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Enfermería: Historia desde 1857
Urien, T.
1ª Edición Febrero 2011
Español
Tapa blanda
343 pags
1000 gr
14 x 19 x 2 cm
ISBN 9788499838700
Editorial VISION NET
LIBRO IMPRESO
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Estimado lector: La carrera de diplomado o grado que ostentas ahora, no ha sido siempre así; a través de la lectura de este libro podrás ir viendo sus distintas fases y las vicisitudes por lo que a lo largo de su trayectoria profesional ha tenido que recorrer hasta llegar a ser lo que es hoy día.
Algunos estudiosos dicen que se trata de un oficio antiguo, cuya titulación universitaria no fue reconocida hasta el año 1977. Está dotada de un fuerte componente asistencial y humanitario que para su desarrollo exige grandes dosis de vocación; pues sin esta premisa sería imposible poderla ejercer con la dedicación, el cariño y el sacrificio que en determinadas circunstancias puede conllevar.
Los enfermeros actuales ejercen principalmente en hospitales, clínicas y centros de salud, su atención puede ser especializada y dirigida paralelamente a las mismas ramas que la medicina, requiriendo entre sus capacidades y aptitudes la comprensión y expresión verbal, memoria, concentración y una gran habilidad manual. Hubo una época en la que lo más habitual era la atención domiciliaria, con la aplicación de inyectables y curas.
Me preocupa especialmente en esta historia, el procurar resaltar las preocupaciones mas apremiantes de cada época, como por ejemplo, a principios de 1900 la obsesión que existía en muchos profesionales de separar al practicante con el ejercicio de barbero.
Vengo observando que las Historias de la Enfermería, que están escritas, son diferentes según lo estén por hombres o mujeres o por ATS o enfermeras de los antiguos planes. Todos ponen en duda y critican la desigualdad y/o superioridad de los estudios de unos titulados con relación a los otros; cosa que estaba totalmente clara y de la que no puede existir duda alguna. Los planes y los estudios están escritos y se conservan.
Actualmente todos nos alegramos, siempre puede haber alguna excepción, de la Orden de unificación dada por el Ministro Martín Villa en abril de 1977, que acabó con la división colegial en sus tres secciones, fue una Orden necesaria pero también fue una Orden injusta si nos atenemos a la óptica de aquel tiempo.
A pesar de todo hay quienes todavía se siguen quejando e intentando confundir al respetable, con la superioridad del practicante con respecto a la enfermera y la manoseada separación colegial por sexos, obviando añadir, que ello fue el resultado de una decisión dictatorial a la que, actualmente no se le debería de dar mayor importancia.
Un ejemplo de ello, que sirve para muchos más, y sin ánimo de polemizar, lo tenemos en algunas profesoras de Enfermería e incluso de Historia de la Profesión, que hablando más en feminista que en femenino, afirman:
“que las veteranas que procedemos de los viejos planes de estudios, los manuales de Historia de la Profesión ponían todo su énfasis en diferenciar los valores que debían adornar a los nuevos profesionales según fueran de uno u otro sexo…. Toda vez que los profesores eran en su mayoría médicos…” (tampoco se debe olvidar a las médicas.)
Siguen afirmando que los estudios de ATS resultaron nefastos para nuestro desarrollo profesional por pérdida de nombre, orientación biomédica, diferenciación de los profesionales por razón de sexo, inmovilismo, etc. Y además …por el propósito de terminar con la injusta valoración de la enfermera frente a la pretendida superioridad del practicante. Y también parecen lamentar que era la primera vez que se exigía una formación de grado medio.
Mantienen que hablan en femenino, y yo repito que en femenino no, en feminista sí,
“porque aquellos manuales de Historia de la Profesión ponían todo su énfasis en diferenciar los valores que debían adornar a los nuevos profesionales según fueran de uno u otro sexo.”
Estas magníficas profesionales, con todo su valor y su mérito, no aciertan con el quid de la cuestión, cuando mantiene estas posturas sobre los conocimientos y el prestigio de las enfermeras y los practicantes antes de 1953, achacándolo todo a un problema sexista cuando ellas bien sabían que existían también practicantes femeninos que siempre habían estado colegiadas con los masculinos y que nunca existió en los colegios de Practicantes separación por sexos. Había separación de profesiones: las enfermeras en su colegio y los practicantes y practicantas en el suyo. La palabra Practicante está perfectamente definida por el Diccionario d la Lengua Española.
La separación por sexo, como todo el mundo debe saber, se inició cuando terminaron sus estudios las primeras promociones de ATS y a unos y a otras, la pacata dictadura franquista les obligaron a colegiarse en una u otra sección. No sé de que se extrañan porque entonces casi todo era así, también los colegios de enseñanza primaria eran masculinos y femeninos. La palabra unisexo todavía no se usaba en España.
Afortunadamente lo que se debiera tener siempre en cuenta es que en 1953 se sentaron las bases para conseguir un deseo que llevaba años y que era el de conseguir el auxiliar único en medicina. Y esto se consiguió con el Ayudante Técnico Sanitario, que unió con los mismos estudios a las mujeres y a los hombres y colocó a extinguir a los antiguos planes de estudio de las subalternas enfermeras y los de grado medio de los practicantes y practicantas.
Posiblemente, si el legislador no hubiera sido tan paternalista, hubiera hecho lo más justo y lógico que sería haber creado un nuevo colegio solamente para los Ayudantes Técnicos Sanitarios de uno y otro sexo, cómo estaban los demás, y haber declarado a los de practicantes y enfermeras a extinguir.
Esto que afirmo es la verdad. ¿Por qué no se dice siempre y así de claro?
Esta obra corre el riesgo de ser clasificada entre las añorantes de la carrera de Practicante y, nada más lejos de la realidad. Yo soy, por mis estudios primeros, de la tercera promoción de Ayudantes Técnicos Sanitarios y aunque mi padre fue Practicante ello no es óbice para que reconozca el valor de aquella profesión tan autodidacta, en su mayoría extrahospitalarios, que debían apechugar ellos solos, sin apoyo médico, en decisiones trascendentales de vida o muerte.
También estaban autorizados para asistir, y también cuidar, partos normales y para realizar, y también cuidar, operaciones de Cirugía Menor. Estas y otras atribuciones estaban especialmente prohibidas a las antiguas enfermeras, exactamente las mismas prohibiciones que actualmente afectan a las auxiliares de enfermería.
Desde los años 1940 los legisladores de la “nueva España” se habían ido encargando de constituir a las tres secciones de Auxiliares Sanitarios en tres verdaderos reinos de Taifas, sin ninguna conexión ni vínculo entre ellos.
La única relación que podía existir entre ellas radicaba en los juzgados, por denuncias sobre intrusismo profesional, que se prodigaban entre todos, al abarcar entre sus profesionales campos que no les eran propios y que podían estar definidos en la tenue línea divisoria, que en cada circunstancia iba trazando el gobierno.
La Carrera de Matrona se mantiene independiente hasta 1953, y cuando por Real Decreto de cuatro de diciembre se unifican los estudios de practicantes, enfermeras y matronas en un proyecto único y en un único título el de Ayudante Técnico Sanitario.
En 1957 por Real Decreto se creó la especialidad de Asistencia Obstétrico o Matrona para los ATS. A pesar de la unificación de estudios la colegiación en los colegios oficiales de auxiliares sanitarios continuaba diferenciada en función del sexo o de los estudios. En abril de 1977 se dictó la célebre Orden de Martín Villa, en la que se obligaba a la colegiación única aglutinando las tres secciones. En 1977 por Real Decreto de 23 de julio se integran los estudios de ATS en las universidades como escuelas universitarias de enfermería creándose la carrera de diplomado en enfermería.
Por Real Decreto del 26 de septiembre se suprimió la limitación por razón de sexo a los estudios de matrona, por lo que los masculinos pudieron optar por primera vez, para cursar los estudios de matrona. Aquí se acabó otra limitación por sexo, de la que nunca se habla, en perjuicio de los masculinos.
En 1987 se regulan las especialidades de diplomados en enfermería mediante un Real Decreto que, entre otras, crea la especialidad de Enfermería Obstétrico Ginecológica o Matrona. En 1992 mediante la Orden de uno de junio se aprueba el programa de formación y se establecen los requisitos mínimos de las unidades docentes y el sistema de acceso para la obtención del título de enfermeras especialista en enfermería obstétrico ginecológica o matrona. La duración del programa formativo queda fijada en dos años a tiempo completos. En abril de 1994 inició su formación la primera promoción de especialistas en enfermería obstétrica ginecológica matronas que recibió su graduación en marzo de 1996. Durante nueve años no se diplomó ninguna promoción de matronas.
Aunque sea tachado de echar leña al fuego cuando ya está apagado, rompo una lanza por las Matronas, y pienso que ellas, al igual que las actuales carreras de Podología y Fisioterapia, que antes fueron especialidades de los ATS y en su día se separaron del tronco común, de la misma manera las matronas, que además nunca fueron especialidad, debieran de habérselas permitido separarse de Enfermería y tener su propio colegio, o en caso contrario no haber permitido a nadie la separación.
Con el ATS, cuyos estudios eran una ampliación de los de practicante, se consiguió el auxiliar único, confundido al principio por su absurda colegiación por sexos, que de alguna manera tranquilizaba a las directivas de las dos carreras que entraban en extinción.
Antes de proceder a situarla como carrera universitaria se discutió el nombre que debía llevar. La rama de practicantes/as, minoritaria, abogaba por el de Diplomado Universitario en Medicina y Cirugía, pero sección de enfermeras y ATS femeninas, muy mayoritarias, que copaban ampliamente la medicina hospitalaria, se decantó por el nombre mas internacional de Diplomados Universitarios en Enfermería.
A las autoridades sanitarias, que eran las que tenían que decidir, se lo pusieron fácil, con el nombre de enfermería satisfacían a la inmensa mayoría, pero además la promoción a medicina quedaba definitivamente descartada.
Anulada esta promoción a medicina, se les asignó la función internacional de cuidar y se consideró la de curar como una función delegada, así ya no había obstáculos para elevarla a una diplomatura universitaria. Después vendría el grado, pero ese tiene como, donde y cuando, así que ya se dirá.
El libro se presenta con una división en cinco partes y un anexo. Se estructura en una cronología basada en los presidentes nacionales habidos desde 1900, fecha en la que empezaron a unirse e integrarse en colegiaciones voluntarias. La aparición de estos personajes va de acuerdo, no con su edad, sino con el periodo público más importante que tuvo con la organización.
Es muy importante tener en cuenta que la enfermería actual es la heredera y continuista de los Ayudantes Técnicos Sanitarios, naturalmente me refiero, por igual, a los femeninos y a los masculinos, como estos así lo fueron de los Practicantes, que a su vez lo fueron de los Ministrantes y Flebotomianos y por supuesto de las Matronas; las enfermeras aportaron el nombre.
Hoy reconociéndolo fríamente el nombre de enfermería debió de ser el primero que se usara en 1857, porque era ya el más internacional de los auxiliares médicos, pero no se tomó este nombre porque a el Practicante se le quiso crear un eslabón intermedio entre el médico y la enfermería; debía actuar como sustituto de los médicos allí donde no podían llegar estos o se encontraban ausentes. En la organización sanitaria moderna esto ya no encaja.
Finalmente la Enfermería consigue la culminación de sus estudios al ser considerada como las demás carreras, es decir con su grado, postgrado y doctorado. Las autoridades sanitarias españolas siempre negaron esta promoción hasta el último momento. Pero de la noche a la mañana apareció Bolonia, y se empezó a hablar del Espacio Europeo de Enseñanza Superior y el resto… ya lo conocéis. Está tan reciente que todavía no es historia.
Solo me queda agradecer a todos los que me han ayudado a buscar y aportar datos de fondos históricos, como Cristina, Bibliotecaria del Colegio de Enfermería de Madrid y Carlos A. Nebreda. También a los compañeros, que conocieron y vivieron algunos acontecimientos, con los que he mantenido conversaciones y correos. ¡Muchas gracias!
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